Pureza de corazón
Hoy que llueve y que no hay nada que hacer, me hago un café y respiro. Intento no escuchar las voces externas e internas para no desconcentrarme y pongo mi atención en mis sentidos, en esa olor a tierra mojada que impregna cada parte de mi cuerpo, que me lleva a veranos de niñez en los que como hoy, se paraba el mundo y solo podíamos oler y dejarnos llevar por la brisa que las cuatro gotas han traído con ella.
Y sin quererlo me voy a otros lugares: pasados y futuros que aun no se han llevado a cabo y busco silencio y pienso en ti, en el mundo, en la necesidad que quiero huir de lo banal, que quiero vivir con la pureza de corazón. Digo adiós a mucha gente en este viaje: a vosotros os debo alguna disculpa porque si habéis decidido iros, será por algo. Todos cometemos errores. Firmemente, a la vez, os digo adiós. Abro las manos y os doy las gracias por todo el camino sea largo o corto que hemos recorrido juntos. Y así, como aves que quieren volar, no os retengo más junto a mi y dejo que busquéis vuestro camino, que ya no es el mío. Sin explicaciones, sin necesidad de despedidas, ni lloros, ni ningún acto o conversación que marque un punto y final. Hay veces que existen demasiados puntos y seguidos que no lo necesitan, que son señales que indican que eso ya no es por allí. A estos pájaros de mi vida, volad alto y sed felices. Lejos.
Ha sido un tiempo de despedidas y de descubrimientos. Me veo descalza, eso siempre, andando hacia mi camino. Firme. Ha sido un tiempo de no parar de andar y no sabía lo importante que era eso. Andar y seguir. Hacía tiempo que cuando algo ocurría en mi vida, me paralizaba. Mi vida no seguía hasta que no conseguía sacar la piedra en el camino. Y es que a veces, la piedra, no ha sido piedra si no, una roca de esas que ocupan todo el espacio pero esta vez no. Esta vez he seguido andando sin pensar hacia dónde, si preocuparme del futuro, sin mirar atrás. Poco a poco en este camino que huele a vida.
Y pienso en ti y me emociono. Sé que no te gusta que llore pero es esa emoción que me desborda y que no puedo controlarla porque sí, Senegal, me has enseñado a confiar en la vida siempre y cuando vayas limpia de corazón. He aprendido dónde está mi esencia y dónde puedo ser yo y eso en mi cuerpo se centra en el corazón que palpita fuerte des de que te visité por primera vez. Allí dónde hay conexiones que se crean más allá de las palabras, con la música, con las miradas, con certezas de quererse y de elegirse. Ayer reflexionaba sobre la bondad en África y cómo había cambiado mi concepto des de hace un año. A mi lo de ser buena persona, me parecía una base, sin más. Había muchos más talentos que me habían enseñado que podía explotar y que debía de hacerlo para diferenciarme del resto de la gente. Las buenas personas van al cielo y las malas al infierno. Un infierno que no conocía, así que para mi, la gente es buena persona. De hecho, una vez mi padre dijo de mi que yo era buena persona, y me enfadé. Me pareció un concepto de base. Papa, te pido perdón porque en este año he entendido qué querías decir. Quizás ser buena persona debería de ser básico para la sociedad en la que vivimos y diría que hasta lo es y otra cosa es tener un corazón bonito, bello, puro y esto es una cualidad que ya no todo el mundo la tiene.
Quiero rodearme de gente que tenga este corazón, que no importe si están perdidos, enfadados, cansados, hartos pero que se note esta pureza de corazón, esa capacidad de hacer que el mundo se mueva des del amor, des del cuidado y des de la responsabilidad hacia la otra persona. Y me he dado cuenta que hay gente así y esos, son los que vale la pena tener al lado. Esa es la que yo quiero en mi vida y que cojo con fuerza de su mano, para que anden conmigo en mi camino porque con ellas, el mundo, mi mundo es mejor, con menos rocas y más ganas de seguir adelante. Y si eres tú una de esas personas que anda conmigo de la mano y me enseña la belleza de la vida, solo puedo decirte que te quiero o mejor, que te amo.
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